
Los expertos afirman que esto ocurre a los dos años y muchas madres afirman lo mismo, pero desde mi propia experiencia puedo decirles que yo empecé a vivirlo desde poco antes de esa edad y aún lo sigo viviendo.
Cuando tuve a María José siempre traté de leer muchísimo sobre crianza y estar atenta a esos buenos consejos que te dan algunas personas sobre ciertas cosas que debes saber o se suponía que debía saber sobre maternidad. Había leído mucho, un montón sobre esa etapa de "adolescencia precoz" que le llaman cuando el bebé cumple dos años, hasta el término me daba un poco de risa; ilusa yo, no sabía o no entendía lo duro que podía llegar a ser.
Desde que Majo era una bebé todos me decían que era bastante tranquila y conforme fue creciendo se mostraba igual, con el carácter un poco fuerte sí pero tranquila y súper cariñosa. Poco a poco a esas cualidades se le sumaron algunos adjetivos no tan bonitos. Empezó a querer comer sola, ya le había quitado el pañal pero ahora también quería atenderse sola, si no quería ponerse algo de su ropa simplemente no se lo ponía... En fin, comenzó una etapa de autonomía que no se había molestado en demostrar antes.
Todo fue tan rápido que apenas pude darme cuenta de que mi bebé estaba creciendo. No me había dado cuenta de que comenzó a atravesar esa etapa de la que me había reído tanto, hasta que un día tuve que encerrarme en el baño a llorar.
Mi pequeña y tierna bebé se ha convertido en una niña que llora por cualquier cosa, cuando le digo que no frunce el ceño y me desafía, me hace tremendas rabietas sin importar el lugar en el que nos encontremos y puede cambiar de estado de ánimo en un abrir y cerrar de ojos. ¡Los terribles dos años! Alguien debería advertirte que aquella edad es una montaña rusa de emociones por la que pasan nuestros peques y al no saber controlarlas, pues lo hacen de la manera en que ellos pueden; mediante llantos o las tan horribles pataletas. Me costó y cuesta aún aceptar esa parte de ella, esos cambios de humor, esa Majo de la que a veces no quiero saber nada pero que también estoy aprendiendo a amar. Al fin de cuentas ella me acepta con mis defectos y virtudes, entonces por qué yo no tendría que aceptarla y comprenderla. Poco a poco vamos aprendiendo más sobre esta etapa y hay algunas cosas que ya estoy poniendo en práctica y me están ayudando. Por ejemplo, hay cosas con las que sé que podría comenzar uno de estos episodios entonces intento abordarlo de otro modo o si puedo evitar un llanto innecesario porque quiere comerse un caramelo antes de almorzar, no voy a entrar en una batalla campal por un simple caramelo. Es decir, estoy aprendiendo a elegir mis batallas. Aquellos momentos en los que sí debo ponerme fuerte, como cuando quiere hacer algo que la puede poner en peligro o cuando hace algo que de verdad no está bien.
He aprendido también a ir soltándola poco a poco. Sí, cuesta un montón porque para los ojos de una madre nuestros hijos serán siempre nuestros pequeños pero la verdad es que crecen más rápido de lo que imaginamos. Entonces si hay cosas que ella desea hacer por su cuenta (y ya me ha demostrado que puede hacerlo), la dejo. De esa manera criamos personas independientes, ¡y vaya que Majo lo es!
Al final ser padres es eso, ir aprendiendo junto con ellos. Y acompañarlos durante cada proceso que atraviesen, ahora lo he entendido de esa forma. No pueden imaginar la culpa que sentía porque hemos tenido días muy intensos dónde veía a una madre que me dije nunca iba a ser, una mamá sin paciencia que quiere arreglar todo a los gritos. Sí, nos hemos gritado y hemos llorado para después abrazarnos llorando nuevamente porque nos amamos. Sé que mi hija sólo atraviesa una etapa en la que está descubriendo nuevas cosas y muchas veces quiere poner a prueba mis límites... ¡Y sí que lo haces! Pero ahora respiro y me digo a mí misma que es sólo una bebé, mi pequeña bebé.
Además no todo es color negro, hay días en los que nos la pasamos sin llantos y sin berrinches. Días llenos de risas, dónde siento que Majo vuelve a mi pequeña niña cariñosa a la que puedo llenar de besos y abrazos. Y mientras dure esta etapa voy aprendiendo a sobrellevar los terribles dos de la mejor manera posible aunque espero que pase pronto.